Las costras son parte del proceso natural de curación de la piel tras una herida, quemadura, raspón o cirugía menor. Aunque su presencia es una señal de recuperación, muchas personas se preocupan por las cicatrices que pueden dejar después. Afortunadamente, existen cuidados simples pero efectivos para evitar que estas heridas generen marcas permanentes en la piel.
Lo más importante es no arrancar la costra. Aunque pueda causar comezón o parecer que ya no es necesaria, removerla antes de tiempo puede reabrir la herida, provocar infecciones y aumentar el riesgo de cicatrices visibles. Esta actúa como una barrera natural que protege el tejido nuevo mientras se regenera.
Mantener la zona limpia e hidratada es clave. Lavar suavemente con agua tibia y un jabón neutro ayuda a prevenir infecciones. Después del lavado, se recomienda aplicar una pomada antibiótica o cicatrizante, como aquellas con ingredientes como bacitracina o pantenol, que mantienen la piel humectada y promueven una curación más rápida y estética.
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Cuida tu costra para no tener cicatrices
Otra medida útil es cubrir la herida con un apósito o venda estéril, especialmente si está expuesta a roces, polvo o contaminantes. Cambiar el vendaje a diario ayuda a mantener la zona en condiciones óptimas.
Una vez que la costra se caiga de forma natural, es importante proteger la piel nueva del sol. Usar protector solar de amplio espectro (SPF 30 o mayor) previene la hiperpigmentación y la aparición de manchas. La piel en proceso de regeneración es muy sensible a los rayos UV, lo que puede intensificar las marcas.
Además, evitar el rascado o fricción constante en la zona favorece una cicatrización uniforme. En casos donde la herida fue profunda, se pueden considerar cremas con ingredientes como la centella asiática, silicona en gel o tratamientos dermatológicos específicos.
J.R