Los adultos con traumas infantiles tienden a tener relaciones amorosas de mala calidad, además de depresión, angustia, baja autoestima y ansiedad severa, así lo reveló el estudio A tangled start: The link between childhood maltreatment, psychopathology, and relationships in adulthood, realizado en 2021 por investigadores en psicología y psiquiatría neerlandeses a dos mil adultos en un lapso de 12 años.
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Al respecto, la doctora María Santos Becerril Pérez, de la Facultad de Psicología de la UNAM, indicó que precisamente estos traumas de la infancia dan pie a tener algunos de los problemas antes mencionados por los investigadores neerlandeses, debido a que lo que aprendemos de nuestros padres en nuestra niñez es lo que llevamos a nuestras relaciones en la vida adulta.
“Son patrones que incluso ya están ahí desde antes que nosotros nacemos, y vamos creciendo con ellos. Por ejemplo, si yo crecí en un hogar permisivo donde todo se vale, todo se permite, eso lo traslado a mi relación; si, por el contrario, me desarrollo en un ambiente restrictivo con límites, entonces idealizo que la relación de pareja es así: exigiendo, no negociando”.
La niñez, aunque muchos tienden a hacerla menos, es una etapa en la que los menores están en constante exploración y aprendizaje. En esta época nos damos cuenta de aquello que nos rodea, y la forma en cómo nos relacionamos con nuestros padres es sumamente importante a la hora de establecer relaciones sentimentales a lo largo de nuestra vida.
Por tanto, si en esta etapa tenemos daños emocionales, se corre el riesgo de perjudicar nuestro desarrollo emocional y cognitivo. Un divorcio, la falta de muestras de afecto (a veces decir un simple “te quiero” puede ser una gran diferencia), condicionar el amor (si no te comes tus verduras, no te voy a querer) y la falta de protección, contención o apoyo son factores que pueden hacer a un menor vulnerable y posteriormente un adulto inseguro.
“En muchas sesiones con adolescentes, ellos se quejan de esto [que los padres no les digan que los quieren]. Cuando hacemos su comida favorita o les festejamos su cumpleaños, o hacemos equis cosa que les gusta, los padres damos por entendido que los queremos; pero las palabras son necesarias también”.
“Entonces aceptamos esta falta de hablar con cariño y la trasladamos a nuestra vida de pareja, en donde muchas veces eso nos perjudica porque damos por entendido que, si damos alguna cosa, ya demostramos cariño, y no funciona así. Por básico que sea, es necesario decir “te quiero” o “confío en ti.”
La profesora Becerril Pérez agregó que los padres deben estar más abiertos a demostrar el amor entre ambos, porque esto también sirve para que los niños aprendan y sepan escoger el amor que merecen. “Parece que es un pecado tomarle la mano a la esposa, abrazarla, besarla o decirle ‘te quiero’ enfrente de los niños, y no debe ser así. Los menores deben ver todos estos procesos para que puedan crear posteriormente vínculos afectivos sanos”.
Lo que provocan los traumas de la niñez
Las consecuencias de no resolver los traumas de la niñez son varias, y pueden afectar posteriormente nuestras relaciones sociales, al grado de evitar la cercanía o no confiar en los demás, reprimir o exagerar nuestras emociones, sentir ansiedad por abandono, dar en exceso, ser codependientes, entre otros efectos.
Estas son algunas señales de que el trauma de infancia está afectando a tus relaciones:
Dificultad de sentirse querido: al tener una infancia difícil, donde las muestras de afecto fueron mínimas, es probable que, cuando alguien nos dé demasiado amor, pensemos que esto no es correcto o incluso ocultemos lo que nosotros sentimos por miedo a no ser dignos de que alguien nos quiera.
Celos: aparecen estas distorsiones cognitivas con base en lo vivido. Por ejemplo, si mi papá engañó a mi mamá, eso lo aplico con mi pareja. Si mi pareja se va de viaje, me hago ideas del tipo: no me ha llamado en todo el día; me va a engañar. Incluso a veces se agarran a los hijos como aliados, y no es correcto.
Tendencia a ignorar las “banderas rojas”: aceptar que el amor que me da mi pareja es lo que me merezco y lo normal, aunque no sea positivo. Por ejemplo, si la pareja quiere ser controlador y me dice que le preste mi celular para revisarlo, yo lo acepto porque es algo cotidiano con lo que he vivido, aunque no está bien.
Finales abruptos: tener poca responsabilidad afectiva; que existan estas rupturas de pareja por nimiedades como una discusión, o solamente romper por hacerlo.
Poner a prueba la relación: si todo va bien, buscamos una forma de meterle el pie a lo que estamos viviendo, para decir “yo sabía que no iba a funcionar; me iba a ir mal”.
Todos estos factores influyen de una gran manera para que nuestra relación no prospere e incluso, de acuerdo con la docente de psicología, hacen que nuestro funcionamiento se vuelva errático. Debido a que “afectas tu bienestar emocional, no puedes dormir, ni trabajar; estás mal y empiezas a estar de malas, con miedos, inseguridades… y hasta te desquitas con quien menos tiene que ver, a veces con los hijos”.
Para concluir, la profesora de la Facultad de Psicología señaló que lo primordial es trabajar con uno mismo. Reconocer, asimilar y darle otro enfoque a lo que vivimos.
Fuente: UNAM