En el municipio de Zapotitlán Salinas, ubicado al sureste del estado de Puebla, nace la sal artesanal, un producto legendario y principal fuente de ingreso para los pobladores de la región.
Juan Diego Hernández Cortés es uno de los 65 productores de sal, mineral que depende de factores como el clima y la lluvia para poder subsistir, pero que se mantiene a pesar de la pandemia por Covid-19.
Hace dos mil años inició la producción de la sal orgánica en Zapotitlán Salinas con la llegada de los primeros pobladores.
“Preservar la fabricación de la misma ha sido una tarea complicada, principalmente porque la comunidad se ha enfrentado a la sequía, la falta de promoción del producto, el bajo costo para el público e inclusive el confinamiento durante la llegada del virus originario de Wuhan, China”
Juan Diego Hernández Cortés, productor de sal
Los jóvenes ya no desean continuar con la herencia de la sal milenaria y prefieren migrar para buscar mejores oportunidades económicas aunque lejos de su familia.
Sin embargo, la venta de sal orgánica de Zapotitlán Salinas va en ascenso. Después de meses en que se vieron envueltos en un detrimento por la pandemia, poco a poco la sal de la región comienza a tomar su cauce y a darse a conocer en la entidad.
“Nuestra sal tiene una gran historia porque los minerales quedaron atrapados en las montañas durante millones de años en la tierra, no tiene químicos, es una sal 100 por ciento natural y el sabor es salado ligero. A la sal procesada, a la sal industrial le agregan químicos”
Juan Diego Hernández Cortés, comerciante
El proceso
Para que la sal artesanal llegue a la mesa de las familias mexicanas, Juan Diego Hernández comenta que el proceso de producción consiste en evaporar el agua dulce en piletas de tres metros cuadrados y posar en el sol hasta su evaporación.
Posteriormente realizan un proceso de lavado de recipientes para que el sedimento permanezca en las piletas y días después se filtra. Para que se formen capas de cristales se requiere un lapso de cinco a ocho días, mismas que se trituran para que la sal sea acomodada en canastos.
Los canastos se colocan al lado de las piletas para llevar a cabo un proceso de secado durante aproximadamente 10 días hasta que se guarda y se vende al público para el consumo. El proceso desde la recolección hasta la venta llega a tardar hasta dos meses en temporada de frío y cerca de un mes en temporada de calor, cuando la temperatura llega a ser hasta de 45 grados.
A decir de Juan Diego Hernández, cada vez más personas acuden al municipio a comprar sal debido a sus propiedades naturales, sin embargo espera que el producto se conozca más y que no muera el oficio que tantas familias han llevado a cabo por años, en esta región.
Para apoyar el consumo local, el recolector está a su servicio en el número 2 37 100 36 06.