Rafael Caro Quintero no es el capo que más le importa a Estados Unidos tener en su territorio; pero era el capo por el que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) ofrecía la recompensa más alta. Su captura “demuestra que el gobierno mexicano tiene capacidad de atrapar a capos de la mafia”, expresó Andrés Sumano Rodríguez, especialista en temas de seguridad del Colegio de la Frontera Norte (Colef).
Caro Quintero es uno de los 58 mexicanos que son rastreados por las agencias de Inteligencia o de rastreo financiero de Estados Unidos. En específico, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y el Departamento del Tesoro tiene en la mira a 36 mexicanos fugitivos, vinculados con lavado de dinero, tráfico de armas y trata de personas.
Los 22 restantes están en los objetivos de captura de la DEA por narcotráfico y las actividades relativas a esa actividad. Entre ellos, Ismael “El Mayo” Zambada, Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, así como Jesús Alfredo Guzmán, también conocido como “Alfredillo”.
Además, se busca a Iván Archivaldo, hijo de Joaquín Guzmán Loera, preso en Estados Unidos; Ismael Zambada Imperial, hijo de “El Mayo”; Alfonso Limón Sánchez, operador financiero de “El Chapo”, y Alfonso Arzate García, apodado “El Aquiles”.
“Es más que evidente que el gobierno mexicano, la Marina y el Ejército tienen las capacidades para detener a cualquier criminal en el país, eso queda claro”, señaló Sumano, “pero no lo harán necesariamente”.
Añadió que “si se dan o no se dan detenciones es más por un acto de voluntad política”, ya que la política integral del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, conocida como “abrazos no balazos”, le apuesta a no capturar a grandes capos y exhibirlos.
“No cree en las grandes detenciones como mecanismo para reducir la violencia”, y prueba de ello fue la liberación, en octubre de 2019, en medio de un operativo de Ovidio Guzmán, otro de los hijos del “Chapo”, “bajo el argumento de que se habrían perdido muchas vidas intentando capturarlo.
Sumano abundó que con la captura de Caro Quintero se aligera la presión de Estados Unidos sobre México en temas de seguridad, pero también tranquilizó a los grupos criminales contrarios como el Cártel de Sinaloa, los Salazar, y principalmente a los Chapitos, todos enfrentados con el Cártel de Caborca, sobre el que Caro tenía influencia por la ruta del fentanilo, una de las drogas más lucrativas del momento.
Explicó que los 9 años que Caro Quintero estuvo prófugo se mantuvo cercano al grupo de Caborca que manejan sus sobrinos, los Páez Quintero, sobre todo en Sinaloa, donde se disputan el territorio con los Salazar y los Chapitos.
De acuerdo con un reporte de 2020 de la DEA, el reposicionamiento de Caro Quintero se mostró a mediados de 2020 con el renombrado Cártel de Caborca, compuesto por sus sobrinos, otros familiares y operadores locales. En los primeros meses de ese año el grupo del Narco de Narcos y los hijos del Chapo Guzmán comenzaron su guerra intestina.
La disputa se mantiene porque desde entonces se desplegó el brazo armado conocido como la Barredora 24/7, dirigido por el R, Rodrigo Páez Quintero, sobrino del Narco de Narcos, y Jesús Darío Murrieta Navarro, alias “Cara de cochi”. En esa facción fueron asociados Ramón Quintero Páez, el Tiko, y José Gil Caro Quintero.
El enfrentamiento rebasa la zona del desierto, ya que en la costa de Sinaloa dominan sicarios que coordina Juan Pablo Quintero Navidad.
Ese grupo pelea la plaza con los Salazar, que son aliados del Cártel de Sinaloa, dirigidos a su vez por Crispín Salazar Zamorano, hermano del fundador de la célula, Adán Salazar Zamorano, detenido en 2011 y extraditado a Estados Unidos.