El proceso de la muerte conlleva cambios físicos y químicos en el cuerpo humano, algunos de los cuales afectan el olor que emana la persona en sus últimos días o horas de vida. Estos olores pueden deberse a factores como enfermedades terminales, insuficiencia orgánica y la descomposición celular.
Uno de los olores más característicos es el de la acetona, similar al de frutas fermentadas, que aparece cuando el cuerpo empieza a quemar grasas en ausencia de glucosa, algo común en pacientes en estado crítico. También pueden percibirse olores relacionados con la acumulación de toxinas debido a la insuficiencia hepática o renal, generando un aroma amoniacal o a orina.
En enfermedades como el cáncer avanzado, las infecciones o úlceras por presión pueden generar un olor fétido en las personas debido a la proliferación de bacterias en heridas abiertas. Este se intensifica con la necrosis tisular, un proceso en el que el tejido muere y empieza a descomponerse.
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Otros aromas que desprende el cuerpo
La halitosis (mal aliento) y el olor corporal también pueden volverse más pronunciados debido a la disminución de la higiene en etapas finales de la vida, la falta de ingesta de líquidos y la acumulación de secreciones en los pulmones o la boca.
Dichos olores pueden ser angustiantes para familiares y cuidadores, pero son parte natural del proceso de morir. Existen medidas paliativas, como el uso de aceites esenciales, ventilación adecuada y limpieza frecuente, que pueden ayudar a mejorar el ambiente y proporcionar mayor confort al paciente.
Como conclusión, el olor de una persona en su lecho de muerte varía según su estado de salud y las enfermedades subyacentes. Comprender estos cambios puede ayudar a brindar un mejor cuidado y apoyo en los momentos finales de la vida.
J.R