Muchas personas buscan a lo largo de la vida la felicidad. Esa autorrealización implica alcanzar metas, sueños y ambiciones, es un objetivo fundamental para muchas personas, y está ligada al crecimiento personal, al éxito y la construcción de una vida plena.
Ante esto, una investigación realizada por la Universidad de Harvard dio a entender que esto dependía de algunos factores que iban más allá de lo económico y de las banalidades. Para el estudio, se abarcó entrevistas, análisis de salud física y mental, e incluso donaciones de cerebros.
La investigación destaca la importancia de las relaciones afectuosas y reveló que la felicidad aumenta a medida que envejecemos, especialmente después de los 60 años. La calidad de nuestras relaciones personales se erige como el factor determinante para una "buena vida".
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En otras palabras, la gente mayor tiende a ser más feliz porque comprende que la vida es finita, por esta razón pueden tomar decisiones que mejoran su bienestar. La felicidad en la vejez se debe también a que el cerebro valora más lo positivo que lo negativo y prioriza lo que nos hace felices.
Además, se recomienda practicar la "buena forma social" y cuidar activamente estas relaciones, desmintiendo el mito del "hombre hecho a sí mismo". Las mujeres tienden a comprender mejor la importancia de mantener relaciones en comparación con el sexo opuesto. En el mismo estudio realizado por Harvard, en constante evolución, se centra ahora en las generaciones más jóvenes, investigando el impacto de las redes sociales y la pandemia en la felicidad y las relaciones humanas.